Reto 4. Tarea II. METÁFORA
«Cuando plantas una lechuga, si no crece bien no echas la
culpa a la lechuga. Intentas encontrar las razones por las que no está
creciendo correctamente. Puede que necesite fertilizante, o más agua, o menos
sol. Nunca le echas la culpa a la lechuga. Sin embargo, cuando tenemos
problemas similares con nuestros amigos o familiares solemos echarles la culpa.
Pero si sabemos cómo cuidar de ellos, crecerán bien, como la lechuga. Culpar al
otro no tiene ningún efecto positivo, y tampoco lo tiene el intentar persuadir
usando razones o argumentos. Esa es mi experiencia. No culpar, no razonar, no
argumentar, solo comprender. Si comprendes, y demuestras tu comprensión, puedes
amar, y las cosas pueden cambiar».
Thich Nhat Hanh
El tiempo que nos toca vivir es
un tiempo en el que todo lo que acontece transcurre de un modo vertiginosamente
rápido. Vivimos en un mundo visual, accedemos a la información de un modo
rápido, buscamos la solución a nuestros asuntos de manera rápida, hacemos
muchas cosas que compartimos visualmente porque en ese ritmo frenético advertimos
que necesitamos de algún modo la atención de los demás.
Pasando de puntillas, no
nos damos cuenta que este modo de vida de lo inmediato no nos deja ver lo
importante y gratificante que resulta la dedicación. Dedicar el tiempo para educar
nuestra capacidad de atención que lleva a la comprensión, de generosidad para
desarrollar el cuidado y el amor, tiempo para conocernos y contribuir a la
creación de un mundo mejor. Necesitamos ejercitarnos en el trabajo de una
capacidad que no entiende de ritmo, sino de reflexión y dedicación.
Cuando en un problema culpamos al
otro, solo creemos lo que vemos, es rápido y cómodo, es una respuesta física
que no requiere esfuerzo, ni compromiso, y por tanto no requiere tiempo para
pensar, reconocer, ni comprender. Después nos damos cuenta que esta postura no
es efectiva.
Ayudar a crecer a las personas nos
implica pensar, buscar y procurar los “nutrientes” que necesitan para ello. La educación
de la mirada, la escucha, el respeto y la responsabilidad desde el
acompañamiento y el cariño es necesaria para lograr educar una actitud que
busca la comprensión como modo de interpretación del mundo. Necesitamos para
ello graduar nuestras gafas de ver y limpiar nuestros oídos, pero también necesitamos poner ritmo al
tiempo, para mejorar nuestra capacidad de percepción y comprensión de la
realidad y así, responder de manera adecuada.
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